Mamá con L

furgo

«…Soy madre nivel usuario.  Madre por los pelos. Aprobado raspado. Una de esas madres que tiene la teoría, pero que la práctica… ¡¡Ay, la práctica!!

Si existiera una escuela para aprender a ser madre como existe una para aprender a conducir, yo llevaría una L como un Ikea de grande. Me verían por ahí circulando despacito en una Volkswagen destartalada por la autopista de la maternidad…»

Hace unos días, estrenábamos colaboración con la Revista Bebísimos. Si te apetece seguir leyendo las cosas  que decimos, haz pupita AQUI.

El día después del día del libro

Ayer fue el día del libro. Todo el mundo lo sabe porque todo el mundo lo dijo. La blogosfera entera se llenó de listas de libros favoritos, de listas de libros más regalados, de listas de libros más leidos, de listas de libros más libros, de listas de listas de libros…

Yo soy muy fan de los libros. Y muy fan de las listas. Pero ayer me dio como pereza hacer también una lista de libros. O un libro de listas. Así que hoy, Día después del Día del libro, voy a hacer mi lista de libros. Que para eso éste es mi blog y puedo hacer en él lo que me venga en gana. Y cuando me venga en gana.

Allá voy. Con todos ustedes,  basándome exclusivamente en los gustos y preferencias de Niño Número Uno, y del cinco al uno…

lista

La Lista Definitiva de Libros Infantiles de la Molancia del Día Después del Día del Libro

(También conocida como la LDLIMDDDL)

5. El buen lobito, de Nadia Shireen.

Es la historia de dos grandes amigos, la abuelita y el buen lobito. Un cuento muy sencillo con dibujos chulísimos y un final sorprendente. Lo que más le gusta a Niño Número Uno es cuando aparece el lobo malo malísimo. Lo que más me gusta a mi, cómo plantea de una manera muy sencilla que puedes ser lo que tú quieras, aunque no sea lo que se espera de ti, y estar orgulloso de ello.

4. Siga a seta, de Andrés Sandoval.

 Nuestra edición, un regalo precioso, está en portugués pero se entiende perfectamente. Viene a ser algo así como «siga la flecha» y cuenta la historia de una ciudad muy señalizada donde nadie se perdía jamás porque estaba bien indicado lo que había que hacer y dónde. Hasta que un día alguien tiene la revolucionaria idea de averiguar qué hay más allá, qué pasaría si no siguiera las flechas, si nos saltásemos las indicaciones…

3. El grúfalo, de Julia Donaldson.

Chulísmo. La historia de un ratoncito bien listo que sabe cómo salir airoso de cualquier peligro con imaginación y gracia. Las ilustraciones son preciosas y el libro es muy divertido.

2. Soy un artista, de Marta Altés.

Divertidísimo libro de un niño muy artista y una madre que no sabe lo que le espera después de la siesta… Niño Número Uno se parte de la risa con este libro. Creo que se siente muy identificado con el prota (y yo con la madre). Nuestra casa también es una gran galería en toda clase de formatos: mesas, paredes, puertas…

1. Donde viven los monstruos, de Maurice Sendak.

Un clásico que nunca falla. Se lo sabe de memoria (y yo) y no hay noche, desde hace más de año y medio, que no lo leamos al menos una vez. Incluso se ha inventado él solito toda la parte de la fiesta monstruo, que en el libro viene sin texto. Con unas ilustraciones geniales, nos habla de un travieso niño (Max) que tras ser castigado viaja al lugar donde viven los monstruos y que acabará siendo el rey de todos ellos.

Acabo de darme cuenta de que todos son libros donde las ilustraciones son una parte muy importante. Y muy molona. ¿Querrá decir algo? ¿Algún psicoanalista en la sala?

La maldición del segundo disco

mamáEl segundo post de un blog me parece, de lejos, más difícil aún que el primero. Porque si en el primero te enfrentas al pánico a la página en blanco (toma esdrújulas), en el segundo te vas a ver las caras con la maldición del segundo disco. Flipa. Yo, como soy muy de autosugestionarme y no quiero acabar con el factor suicida disparado, voy a mirar para otro lado y como si nada, oye. Así que, aquí y hoy, voy a hablar de lo que me salga del kiwi. Que voy.

¿A que os estais preguntando por qué Muikku Pills se llama Muikku Pills y no Fotografías Pepe? Pues a parte de que ninguno de nosotros se llama Pepe y quedaría muy raro, hay otro motivo. Y ese motivo que hay os lo voy a contar.

Resulta que, en un alarde de originalidad sin precedentes, intentábamos buscar una palabra o expresión que nos remitiera rápidamente a las fotos de nuestra infancia. Una especie de Magdalena de Proust de la fotografía. Seguro que nunca se le había ocurrido a nadie. Pensamos en «Di patata», «Mira el pajarito», «Clik», «Whisky», «Niño, para. Que vas a salir movido»… Y nada, ninguna nos convencía. Unas por demasiado evidentes, otras por demasiado largas, o por demasiado alcohólicas. Como teníamos suficiente cerveza, buena música y un ratazo por delante, nos encomendamos a San Google y nos pusimos a investigar qué expresión se utilizaba en otros países a la hora de hacer fotos a críos. Vamos, en busca del dipatatismo internacional. Probad, probad y vereis la de cosas raras que se dicen por ahí.

Y ¿a que no adivinais lo que dicen en Finlandia? Cocoloco. No, es broma. Dicen Muikku. ¿Y que significa «Muikku»? Pues es un pez, oiga. De agua dulce, creo. Aquí apelamos a un tubérculo y allí a un pescadito. Es lo que tienen los nórdicos.

Dejando de lado la ictiología, que tampoco es plan de saberlo todo del bicho, nos pareció muy chulo cómo sonaba la palabreja en cuestión. Suena pelín japo, como a mascota pequeñita y monérrima. De esas como de peluche que tienen los japoneses. O un panda chiquitico. O un cachorrito de perrete peludo. O… ya paro. Y nos enamoramos de la palabra. Y nos la quedamos, la palabra. Y ésta es la historia.

¿Y lo de «pills»?

Buena pregunta, señora del fondo. Gracias por estar atenta y no dormirse.

Lo de «pills», ya lo cuento el póximo día…

¡Hola, mundo!

botepildora

Empezar un blog se parece un poco a lanzar al mar un mensaje en una botella. Solo que contamina menos y no tienes que pimplarte primero algo que no te gusta solo porque la botella es muy mona. Porque, pese a que desconozco la ceremonia y protocolo del lanzamiento al mar de botellas con mensaje, estoy casi segura de que si algún día lo hiciera pensaría primero en la botella. Que fuera muy mona. Y luego ya, en el mensaje. Total, nadie me asegura que vaya a ser recibido y leido antes del milenio que viene. Al menos, si pierde actualidad el mensaje, que llegue en un bonito envoltorio.

Me agobiaría mucho pensando en si el tapón es seguro o entrará agua y arruinará el papel (bonito también, claro). O si en los próximos días y semanas, las corrientes marinas arrastrarán mi botella hacia algún lugar remoto y no habitado. O remoto y habitado pero analfabeto. O remoto, habitado, ilustrado, pero desconocedor de mi idioma. O, peor aún, que no haya corrientes y la botella se quede ahí, a mis pies. Una bonita botella, herméticamente cerrada y firmemente parada junto a mi, en la orilla. Sin intención alguna de que nos separemos. Conteniendo en su (bonita) barriga un mensaje que ya conozco y que ni siquiera me parecerá ingenioso en ese momento. Y convirtiendo el romántico instante de lanzar un mensaje a la inmensidad del mar, en un mundanal acto de simple contaminación ambiental. Y todo por un azar meteorológico que no aspiro a comprender.

Mucho mejor un blog. Dónde va a parar.